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martes, 19 de febrero de 2013


BARTOLOMÉ LOPEZ, DE MANZANILLA.

La comarca del Condado de Huelva también aportó muchas personas a nuestro encuentro con el Nuevo Mundo, muchos aún siendo de nuestra provincia han quedado incluidos como de Sevilla, ya que al estar la Casa de Contratación en aquella ciudad, aprovechando la vivienda de un familiar o por otro medio, declaraban ser de aquella población con lo que a veces se aceleraban los tramites y se adelantaba la salida.
Del Condado era Bartolomé López, natural de Manzanilla, vecino de la jurisdicción de Guanajuato, hijo legitimo de Alonso Guillén y Ana Torres. En su testamento, de septiembre de 1628,  pidió que a su muerte le dieran sepultura en la iglesia del valle de Silao, en Nueva España, con misa cantada y ofrendas de pan, vino y cera, Posteriormente se oficiarían misas y novenarios por su alma. También donaba 100 pesos a Isabel Maldonado y otros 100 a Aldonza Guzmán. En casa de Aldonza vivía una española llamada Juana a quien dejó 40 pesos para que se comprara ropa. En Apasco, dejaba 200 para su prima Ana Franco, la esposa de Blas Sánchez Pichardo y 50 para cada una de sus hijas. A Manzanilla enviaba 500 pesos para sus hermanas Juana Franco y Ana de Torres, que según sus noticias estaban casadas y eran pobres, 100 para la viuda de Alvarado y sus dos hijas.
Como era un hombre al que los negocios que tenía por aquellas tierras le fueron bien, tenía en su poder algunos objetos que recibía como garantía de préstamos, como: un cintillo de oro del Licenciado de Guanajuato Agustín Márquez, otro de 45 esmeraldas de la mujer de Martín Montes y dos anillos de oro del ensayador de minas, Diego López del Campo. Estos objetos pedía en su testamento que se entregaran a sus propietarios cuando saldaran las deudas por las que lo había recibido en prenda.
Declaraba como bienes, un mulato criollo llamado Juan, natural de Nueva Galicia y dos negros procedentes de Angola, llamados Francisco y Miguel, a los que se concedería libertad el día de su muerte, con la obligación para Miguel de acompañar durante dos años a sus albaceas para indicarles quienes eran sus deudores, a los que conocía muy bien.
Nombraba como albaceas testamentarios a Francisco de la Puerta y Juan de Anguiano.
                                              Ángel Custodio Rebollo.

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