CORTICATA
A veces tenemos libros en nuestras casas, a los que hemos dado
una primera y rápida lectura y después han pasado a formar parte de esa
biblioteca que utilizamos para consultar cuando estamos indagando sobre un tema
concreto.
Eso me ha ocurrido con la “Choropraphia del Convento Juridico
de Sevilla o antigua Chancilleria”, que Rodrigo Caro publicó en 1634 y que
escribe, dice él, para que no desaparezcan con el tiempo, sus impresiones sobre
la poblaciones que componía este entorno jurídico y que el autor recorrió
personalmente.
Este libro, a los que queremos ampliar nuestros conocimientos
sobre nuestra vieja Huelva, nos es de mucha utilidad, porque una parte de
nuestra actual provincia, perteneció al
Arzobispado de Sevilla en la antigüedad y aquí difícilmente podemos conseguir
documentaciones de aquella época.
Mi primera intención ha sido localizar los datos que se
refieren a Cortegana, población donde tuve la suerte de nacer hace años, y los
encuentro en las paginas finales del libro III en el capitulo LXXX.
Al parecer, el nombre de esta villa desciende de alguna corrupción del antiguo
apellido Corticata y que Ptolomeo, situa en los pueblos Turdetanos de la
Betica.
Los vecinos de Cortegana le dijeron que fue fundada por el
Caballero Don Pedro Domingo, que habiéndole sucedido una desgracia en la Corte
del Rey, por un agravio, se retiró a este sitio y fundó el Castillo que hoy
tiene y fue su primer alcaide, defendiéndole de los portugueses, en aquel tiempo
enemigos de los castellanos. Rodrigo Caro cree que la anterior narración de la
fundación de Cortegana, es sospechosa de ser una fabula.
En la época a que se refiere el libro, tenía Cortegana
cuatrocientos vecinos y por ser sus terrenos muy duros, no eran adecuados para
labores agrícolas y si para explotaciones mineras. También se daba muy bien la
miel.
Era natural de Cortegana, el que fue Inquisidor Apostólico en
tiempo de los Reyes Católicos y
Arcediano de la Iglesia de Sevilla, Diego López de Cortegana, de quien
consta memoria en la puerta del Castillo de Triana, (donde primero estuvo la
sede inquisitorial, hasta que unas inundaciones obligaron a trasladarla a casas
particulares dentro de la ciudad ),y que hizo una importante traducción del “Asno de Oro” de Apuleyo.
Aunque alguno de estos datos, son ya conocidos, nos permitimos recordarlos para
que se cumpla el deseo de Rodrigo Caro; “antes que desaparezcan y acaben en
manos de este poderoso contrario, el tiempo” .
Ángel Custodio Rebollo
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