Eran serranos
La mucha gente que fue para América en los
primeros años, aunque en los libros les llaman conquistadores, creo que
deberíamos llamarles aventureros, ya que en las condiciones que partían para el
Nuevo Mundo, el porcentaje de llegar al final del viaje en buen estado, era
como una lotería. Los barcos eran autenticas cáscaras de nuez en la inmensidad
del océano, estaban sometidos a tempestades, huracanes y tormentas, ataques de
los piratas y la alimentación tampoco era muy allá, por lo que hemos de
considerar que aquello era una aventura.
Las personas habituadas a la navegación de
los pueblos costeros de la provincia de Huelva, era lógico porque tenían fama
de ser muy buenos navegantes, pero para los de tierra adentro, como la zona de
nuestra sierra, no creo fuera lo mismo, ya que algunos en aquella época, solo
habrían visto un barco en los libros.
Si embargo fueron muchos los que por
necesidad o por osadía, se atrevieron a cruzar el Atlántico, incluso con toda
su familia, como por ejemplo, Francisco Hernández, de Cortegana, el hijo de
Hernán Domínguez, que junto con Teresa Rodríguez, su mujer, y su hija Isabel
partieron el 7 de mayo de 1539 con destino a Nueva España.
Pero ese mismo día, también embarcaron con
el mismo destino, Domingo Vázquez, hermano de Francisco Hernández y la hija de
Francisco Gómez y de Maria Gómez, también vecinos de Cortegana y que está
inscrita como “Francisca de Cortegana”.
Partieron de los diferentes pueblos, y así
tenemos que de Aroche, el 18 de febrero de 1538 marchó Martín de Vera y el 27 del mismo mes lo hizo
Hernán Vázquez, ambos fueron con destino a La Florida.
Otras veces, cuando salían de la misma
población y con idéntico destino, marchaban juntos, como hicieron Luís Varela y
Francisco Romano, de Aracena, que el 28 de abril de 1534 fueron para el Perú.
También de Aracena, partió el Capitán Francisco de Medina, que se enroló en la
tropa de Hernán Cortés y que murió en la batalla de Jicalango, luchando contra
los indios, ó Juan de Castilla, hijo de Ruy Martínez de Castilla y de Catalina
Martines, que en marzo de 1534 marchó a Tierra Firme.
Gran parte de la serranía de Aracena,
pertenecía en aquella época al Arzobispado de Sevilla y eran aquellos pagos del
dominio de la Ciudad
hispalense, por lo que muchos figuran en los documentos como sevillanos,
perdiendo la mención de su procedencia original en los registros oficiales.
Pero hay otro detalle por el que es muy
difícil localizar a vecinos de los pueblos de nuestra sierra en los asientos de
partida, porque era frecuente, con objeto de obtener mayor facilidad para
conseguir el embarque, que los que estaban interesados en marchar, fueran a
esperar la autorización a Sevilla a casa de algún familiar y así al registrarse
constaban como vecinos de aquella población.
También fueron serranos en la expedición de
Fernando de Magallanes que dio la vuelta al mundo, como fue Juan de las Torres,
que había dejado en su pueblo, Almonaster la Real , a su esposa Juana Serrano. Desgraciadamente
falleció en el combate de Mactán el 27 de abril de 1521.
Otro que partió en la expedición de
Magallanes, fue Lázaro de Torres, que era hijo del Físico de Aracena, Pedro
Alonso. Marchó como “sobresaliente” en La Trinidad y bajo a tierra en la escala que
hicieron en Tenerife, al parecer autorizado por Magallanes, siendo sustituido
por Hernán López.
Los religiosos, clérigos, canónigos o
frailes, fueron muchos los que eran procedentes de la sierra onubense, pero
como en los registros, la mayoría figura solo con el lugar del convento del que
han partido, son materialmente imposibles de localizar.
No obstante si tenemos datos de Juan
Fernández, el hijo de Bartolomé Hernández y de Maria Gutiérrez, clérigo,
natural de Cortegana, que fue autorizado
para viajar el 4 de septiembre de 1527
Algunos volvieron, pero lamentablemente
muchos se quedaron o murieron en el Nuevo Mundo e incluso fallecieron en el
viaje de regreso, porque no lo lograron resistir, eso hace lo que comentábamos al principio que
los que partían no eran conquistadores, eran aventureros.
Ángel
Custodio Rebollo Barroso.
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