Cólera en Huelva
Hace días estuve leyendo un texto de un
ministro de Fernando VII, llamado Juan Gualberto González Bravo, en el que
describe una epidemia de cólera que azotó a nuestro País a principios del siglo
XVIII, pero con especial incidencia en la zona de Huelva, que este ministro
conocía muy bien, ya que había nacido en Encinasola.
El cólera, una enfermedad de carácter epidémico
que desde los tiempos más remotos había atacado a la humanidad, aunque hay que
tener en cuenta que en algunas ocasiones cuando comenzaban los síntomas en la
población, las medidas que se tomaban eran muy drásticas e incluso en algunos
casos contraindicadas para solucionar el problema.
Por eso, el leer el informe publicado del Sr. González Bravo,
despertó nuestro interés y nos da una idea de cómo se vivía una epidemia en
aquellos tiempos, cuando no había vacunas, las medicinas descubiertas eran muy
escasas y a la higiene no se le dedicaba una gran importancia.
Esta epidemia a que nos referimos vino
desde Portugal donde llevaban tiempo padeciéndola. El primer caso en nuestro
País fue en Huelva, y en los primeros días cayeron enfermas trece personas, de
la cuales fallecieron cinco, por lo que la primera medida que tomaron fue
acordonarla por la tropa, para que no entrase ni saliese nadie, salvo las
personas que perteneciesen a la sanidad
municipal, porque las autoridades regionales o estatales, inmediatamente las
sacaban de las poblaciones infectadas.
También se establecía un cordón de
vigilancia en los pueblos situados a
diez leguas de las poblaciones afectadas.
A los barcos se les prohibía la salida al
mar, y en este caso concreto, se impidió que los barcos de vela navegasen por el Tinto y el Odiel
El mal se extendió con rapidez a toda la
costa onubense, siguió a Sevilla y allí una de las primeras medidas que se
tomaron fue que el Capitán General y las autoridades provinciales abandonasen
la ciudad y en ella solo permanecieran los mandos locales y municipales. La Junta de Sanidad provincial
también saldría de la población y en ella solo permanecería la local.
Con estas medidas dejaban totalmente
aislada a la población afectada y los responsables los veían desde muy lejos.
Otro tema muy controvertido era el método a
emplear para la curación de la enfermedad y para conseguir la erradicación de
la epidemia. Por ejemplo, cuando se iniciaron los primeros casos en Huelva, al
principio se imputó a un cólico, argumentando que se produjeron en una comida para celebrar una
boda, en la que se habían utilizado vasijas de cobre mal estañadas. Después,
cuando se vio que la padecían personas que no habían estado en la fiesta, se
abandonó este diagnostico.
Los síntomas de los enfermos eran espasmos,
calambres, vómitos y pulso leve y se les aplicaba, además de sangrías,
fricciones de aguardiente alcanforado con una bayeta o cepillo, le
administraban infusiones de té, salvia, manzanilla o hierba luisa
Como a “todo trapo” se quería evitar que la epidemia llegase a
Madrid, se colocaron sendos destacamentos militares; uno en Santa Elena, en Jaén
y otro en Almaraz, en Cáceres, para impedir el paso de viajeros.
La enfermedad remitió, pienso que por
medios naturales, y después hubo que apoyar económicamente a las zonas que mas
lo habían padecido y visto diezmada la población, ya que el numero de fallecidos
fue muy considerable.
Debemos agradecer el escrito del ministro,
por lo detallado que nos ha llegado la forma y medidas utilizadas en aquella
época para combatir una epidemia.
Ángel Custodio
Rebollo
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