YO Y PLATERO Y YO.
Es curioso, pero me ha salido un titulo “capicúa”, porque
empieza por yo y termina con otro yo, pero lo hice porque si me decido por
“Platero y yo, y yo”, todos creerían que era un error de ejecución.
Este año que estamos
conmemorando el centerio del libro estrella de nuestro Juan Ramón Jiménez y
que, a diario, hay algún acto o alguien escribe sobre el poeta moguereño, a mi
me recuerda a mi época adolescente.
Me explico: Cuando yo tenía la edad reglamentaria para ello, en un verano, me dijeron que me convenía
examinarme para ingresar en el bachillerato al finalizar la época estival y
aquí me tienes que en los tres meses de vacaciones preparé mis conocimientos
para hacer frente a mis estudios de la llamada segunda enseñanza, con “el examen
de grado:”
Escogieron mis padres un profesor, que además era familiar, que
había sido “perseguido” en la Guerra Civil por sus libres ideas y se dedicaba a la enseñanza particular.
En aquel examen de ingreso, una de las columnas que te
afianzaban al aprobado, era la gramática y de ella, principalmente el dictado.
Creo que si ahora vieran aquellos doctos señores del tribunal, las faltas
ortográficas que cometen los actuales
adolescentes, con la utilización, como vehículo de expresión del teléfono móvil,
en la que se sirven de un lenguaje abreviado que deja mucho que desear, no
aprobarían a nadie.
Pues como decía, el “dictado” y si en él cometías más de tres
faltas, era una sentencia de suspendido
la que te aguardaba. Pero a mí, me salvó “Platero y yo”
Mi profesor, que aunque aquí estaba, no sé si prohibido u
obligatoriamente olvidado, el libro de Juan Ramón Jiménez, lo tenía en su
biblioteca y durante todo aquel verano efectúamos las practicas gramaticales
con las andanzas de Platero por las calles y campos moguereños, que además para
mi eran muy conocidos porque iba con mucha frecuencia a Moguer e incluso pasaba
temporadas, donde tenía muchos
familiares maternos.
Por eso, cuando a Juan Ramón le fue concedido el Premio Nobel,
yo me sabia párrafos enteros de memoria,
había conocido donde vivió el poeta en su Moguer natal e incluso, recuerdo que
había visto dos cuadros en el Casino, que se decía que fueron pintados por él y
que no he vuelto a ver, aunque los he intentado localizar
Esa es pues, mi cariñosa relación con el libro que ahora se conmemora y del que guardo
un grato recuerdo.
Ángel Custodio Rebollo